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2020-10-24

“Rafa no se fue, queda parte de él en cada persona que lo conoció”

Ideas, trayectoria y anécdotas del querido Rafael Kohanoff relatadas por su compañero de ruta, Mario Aguilar, de Tecnologías para la Salud y la Discapacidad.

Rafael Kohanoff y Mario Aguilar
Rafael Kohanoff y Mario Aguilar en la presentación en 2019 de la Guía de autoconstrucción de dispositivos de uso cotidiano ante más de mil cuidadoras domiciliarias en la Facultad de Derecho de la UBA, junto a la Dirección Nacional para Adultos Mayores del Ministerio de Desarrollo Social.

Mi primer encuentro con Rafael fue en el año 2005 en una de sus disertaciones en Expomedical. Su tono familiar y su apasionada presentación sobre tecnología, salud y discapacidad me impactaron de manera tal que, luego de conversar con él en la feria anual, me sumé a su equipo y a su incansable rutina dedicada a mejorar la calidad de vida de los grupos más vulnerables, en especial de los adultos mayores y las personas con discapacidad.

Cómo alimentar a tanta gente pobre, habiendo tanta tierra para producir fue su obsesión desde chico que lo llevó a estudiar Ingeniería Química en Santa Fe.

Los principios básicos para Rafael fueron acercar la tecnología a la gente e impulsar con ella los microemprendimientos. Siempre decía que la tecnología para pobres sirve para el rico, y no a la inversa, ya que la primera, simplificada, exitosa, mejora la calidad de vida de todos. En cambio, las tecnologías sofisticadas sólo son accesibles para personas de gran poder adquisitivo.

Su visión, superar la pobreza desde abajo identificando capacidades locales, la puso en práctica en el Programa Productivo, Tecnológico y Social que impulsó desde el INTI para articular la capacidad de los alumnos de escuelas técnicas con las necesidades de los alumnos de escuelas especiales, logrando un círculo virtuoso, que fue reconocido por la OEA con el primer galardón.

Pero su vasta trayectoria y su pensamiento audaz, que siempre conseguía llevar a la práctica plasmándolo en numerosos proyectos institucionales, son ampliamente conocidos, e incluso alcanzaron gran repercusión mediática. Es por eso que quiero compartir en esta nota al Rafael que conocí en el día a día de tantos años de trabajo vividos intensamente.

Sus ritmos eran agotadores, incluso para alguien de mediana edad. Tenía tantos compromisos que era frecuente que llegara de un vuelo y a las horas tomara otro. Los traspiés nunca modificaron esta rutina. Antes de realizar un viaje programado a Jujuy para la firma de un convenio, se accidentó y, para no suspender el compromiso, viajó con el tronco superior vendado. También lo recuerdo dictándome proyectos en la clínica donde lo visité en una de sus internaciones.

Por indicación médica, Rafael debía colocarse un marcapasos, previo a un viaje a Colombia, que tampoco le aconsejaron que hiciera. Por supuesto que no siguió las indicaciones de su doctor hasta dar con la persona que logró convencerlo: el mismísimo inventor del primer marcapasos del mundo, el ingeniero Jorge Reynolds, a quien vimos en el hotel donde nos alojamos. Cuando los presenté (ya que conocí a Reynolds de viajes anteriores) Rafael no dudó en consultarle: “Me aconsejan que use marcapasos, ¿qué opinás? Reynolds (entre risas) le respondió: "Colocátelo ya, es muy confiable”.

En cada viaje que hicimos, en los que no dejamos provincia sin visitar, Rafael tenía una preocupación casi tan importante como la presentación de los programas del INTI: qué platos típicos de la región degustaría en la cena. Su diabetes que cargó más de 30 años, no le impidió nunca disfrutar de cada comida, luego de la cual se inyectaba insulina.

Esa mezcla de vitalidad y testarudez era el motor que permitió concretar tantos proyectos, que siempre lograba adaptar a las necesidades de cada región, sin admitir un "no se puede" como respuesta. Los talleres públicos de prótesis y ortesis que impulsamos en todo el país en municipios alejados de las capitales, para evitar los traslados de los pacientes amputados, son un ejemplo de ello. Iniciativa que mejoró la calidad de vida de mucha gente y que a Rafael lo colmaba de orgullo.

En Santo Tomé, provincia de Corrientes, un municipio de pocos habitantes y sin hospital, donde instalamos uno de los talleres, se presentó una madre con su hijo de dos años que nació sin una pierna, y que, por falta de asistencia, se había acostumbrado a cargar en brazos durante todo ese tiempo. Gracias al programa, pudimos equipar a ese niño, quien pudo caminar de la mano de Rafael. Una experiencia que tantas veces dijo que, a pesar de haber sido un empresario exitoso, no la cambiaba por nada.

Una gratificación similar tuvimos en Tucumán, en donde capacitamos a alumnos de una escuela técnica en la construcción de aros magnéticos para personas hipoacúsicas. Gracias a este sencillo aparato, una alumna de una escuela para chicos sordos pudo escuchar por primera vez música. Recuerdo a esa niña emocionada junto a su directora y Rafael; y a uno de los alumnos que había participado en la construcción del dispositivo, quien le dijo: “Don, no sabía que con lo poquito que aprendí en la escuela iba a poder construir este aro magnético para que escuchen los sordos”.

Siempre estaba pensando en crear nuevos programas para aportar soluciones que mejoraran la calidad de vida de las personas. Un día me dijo: “Mario, basta de abrir más frentes. Estamos atrasados, no podemos con tanto, dedicate solo a estos tres proyectos”. A los minutos me comenta que quería que desde el INTI diéramos apoyo a los mineros que habían quedado atrapados en Chile, enviándoles una serie de dispositivos electrónicos para la salud que yo había diseñado. Aprovechando a que el entonces embajador en Chile y actual Ministro de Salud, Ginés González García, viajaba al otro día al país vecino, tuve que preparar rápidamente cuatro equipos que enviamos a través de él, colaboración que fue noticia en los diarios chilenos.

Antes de emprender cada viaje con el objetivo de avanzar en uno de nuestros programas, me pedían que fuera con Rafael para conocerlo. En todos los casos siempre aproveché esa situación para condicionar su visita a la firma de los convenios, y siempre nos daba resultado.

Su trayectoria fue reconocida en el Senado, la Cámara de Diputados y en diferentes universidades, lugares donde siempre me encontraba entre el público con personas que decían que Rafael les había cambiado la vida.

Compartí en el último tiempo decenas de entrevistas que le hicieron en todos los medios, incluso internacionales como la CNN, a raíz de la popularidad que adquirió el programa de ayudas técnicas para adultos mayores. En el ciclo ¿Quién quiere ser millonario?, el conductor le preguntó: “¿Hasta cuándo pensás vivir Rafael?”. “Tengo toda la vida por delante”, fue su respuesta.

Esas ganas de vivir que trasmitía a todos los que lo conocimos se sustentaban en el fuerte compromiso que siempre sintió con los grupos más vulnerables, aportando soluciones desde la tecnología para la mejora de su calidad de vida.

Rafael vivió pensando cómo hacer un poco más felices a las personas. Esa convicción inspiró a mucha gente que, como yo, tenemos el honor de continuar con su legado.

Rafa no se fue, queda parte de él en cada persona que lo conoció.

Mirá el album de fotos "El legado de Rafael, un imprescindible" donde repasamos algunos de los principales hitos de su carrera en INTI

Mario Aguilar
Departamento de Programas de Gobierno para el Fortalecimiento de Pymes
maguilar@inti.gob.ar
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