EN FOCO
Con una visión basada en la recuperación del rol del INTI, la Unidad de Control de Gestión -dependiente de la Presidencia- está a cargo de generar informes e indicadores que permitan el monitoreo del desempeño institucional y contribuyan a la mejora continua de procesos, y a potenciar la articulación de capacidades entre sus diferentes áreas.
Por Gisela Chesi y Claudio Casparrino
El reciente cambio de gestión en la conducción del INTI ha dado lugar a modificaciones de primer orden en su vida institucional y su dinámica organizacional. Uno de los aspectos salientes de esta nueva etapa ha sido el reemplazo de una concepción basada en criterios de gestión propios de la administración empresarial privada, por un enfoque ligado al rol del Estado en la generación de políticas públicas de promoción del desarrollo tecnológico y productivo de la industria nacional.
Este cambio de paradigma, que guarda una imprescindible correlación con las misiones y funciones históricas del INTI como integrante del sistema científico-tecnológico argentino, posee implicancias relevantes también a nivel interno. Pueden mencionarse, al menos, cuatro líneas fundamentales que marcan un cambio en la concepción acerca del tipo de relaciones institucionales que deben primar en un organismo de estas características.
La primera consiste en el reemplazo de la noción de productividad individual de sus agentes por la de restricción estructural. La aplicación de criterios de productividad individual como parámetro básico del ordenamiento organizacional de una institución como el INTI posee gravosas implicancias, entre las que se destaca un control inquisitivo sobre trabajadoras y trabajadores -coherente con una política de despidos masivos- que lesiona las condiciones de desempeño y la imprescindible cooperación hacia el interior de los procesos de trabajo. Asimismo, supone el menosprecio de factores sistémicos que pueden oficiar como poderosas barreras que bloquean procesos de mejora en el funcionamiento institucional y en la propia actividad de los agentes.
Muy por el contrario, el paso a una noción de restricción estructural posibilita la adopción de un enfoque estratégico que pone el énfasis en las condiciones generales y particulares –factores tan disímiles como la infraestructura, el equipamiento, la dotación de personal, o la definición de sistemas, ya sean técnicos como administrativos- que potencian o limitan el despliegue de políticas activas de asistencia tecnológica. Es dentro de este marco estructural que cobra sentido el análisis de los procesos de trabajo a partir de criterios de calidad y eficiencia que potencien la articulación de los saberes de técnicos y profesionales en la provisión de servicios.
La segunda línea, coherente con la anterior, reside en el imprescindible carácter colaborativo entre las distintas instancias y niveles que componen nuestra organización. El supuesto básico de esta elección metodológica consiste en el carácter inevitablemente fragmentario y disperso de la información necesaria para lograr procesos de mejora continua de la gestión institucional. A la vez, constituye un requisito insoslayable para alcanzar un entorno propicio para una convivencia interna armoniosa y un ambiente adecuado para fomentar la creatividad en materia tecnológica y de innovación. Es necesario considerar que las instituciones como el INTI, caracterizadas por una extensa historia de articulación entre saberes técnicos y lógicas de intervención en sectores productivos de diversa índole, desarrollan una significativa vida social interna que condensa parte sustancial de los conocimientos necesarios para lograr mejoras en la calidad y extensión de sus funciones institucionales.
En tercer lugar, se destaca el reemplazo de un criterio de mercado basado en la idea de la asimilación de las unidades técnicas a “unidades de negocios” que compiten entre sí con eje en el concepto de facturación, por una lógica de articulación y cooperación técnica representada por la noción de “generación”. Esta categoría -que cuenta con antecedentes de larga data pero que fue recientemente formalizada en documentos técnicos- se fundamenta en la relevancia de dimensionar el aporte del instituto en asistencias a sus usuarios a partir de la articulación de la facturación y las bonificaciones. Es decir, el paso de la idea de “negocios” y de competencia intrainstitucional a la de promoción y asistencia cooperativa al sistema socioeconómico nacional.
Asimismo, la necesidad de contar con métricas que permitan analizar el grado de interacción interna en el desarrollo de servicios y asistencias a través del tiempo derivó en la creación y formalización de un nuevo indicador, denominado “grado de integración”. Esta variable interna de actividad -que se calcula mensualmente tanto a nivel agregado como a nivel de las unidades técnicas- utiliza las relaciones interdepartamentales que se registran a partir de las SOTs y RUTs solicitadas y recibidas, y permite identificar la intensidad de las relaciones técnicas entre las distintas áreas que componen al INTI.
Es así como un enfoque institucional ligado a políticas de desarrollo requiere formas de interpretación de la articulación existente entre las tareas de servicios y asistencias técnicas que se proveen con el funcionamiento del sector industrial nacional. Para ello, se ha comenzado una tarea de seguimiento de variables, fundamentalmente el grado de ajuste entre la actividad del INTI, a través de la generación y el Índice de Actividad Industrial (IPI) que elabora el INDEC.
Una cuarta línea supone considerar al instituto como un entramado matricial de procesos técnicos y administrativos, de cuyo adecuado funcionamiento y articulación depende la eficacia en el cumplimiento del objetivo fundamental del INTI. Para ello resulta imprescindible no sólo continuar las tareas de mejoras en la calidad de procesos técnicos, materia en la cual existe una extensa y notable experiencia cristalizada en el Sistema Integral de Gestión; sino que, por tratarse de una institución de carácter público, es necesario que el diseño e ingeniería de los procesos administrativos contemple el rol sumamente relevante que tienen, con implicancias decisivas en el desarrollo de las actividades técnicas. Cuestiones tales como compras y contrataciones, gestión de RRHH, viáticos, mantenimiento de infraestructura, y todos aquellos procesos internos que suponen un entrecruzamiento de tareas técnicas y administrativas requieren sistemas de mejora permanentes en los parámetros de calidad.
Estas líneas estratégicas ligadas al funcionamiento interno del INTI, establecidas por la actual gestión, son las que rigen la actividad de la Unidad Control de Gestión -dependiente de la Presidencia del instituto-, y ofician de marco para todas las iniciativas que actualmente se desarrollan. A continuación, se mencionan las actividades realizadas en el marco de dichas directrices:
Para ver más información de cada uno de estos informes, hacé click aquí.
La Unidad de Control de Gestión está integrada por Felipe Julianes, Gonzalo Santamarina, Esteban Figueroa, María José Vadel, Ignacio Ibarra, Lisandro Godoy y Gonzalo Olarte.
Por consultas o interés en participar en alguna de las iniciativas enumeradas, pueden contactarse con: gchesi@inti.gob.ar y ccasparrino@inti.gob.ar
Gisela Chesi Claudio Casparrino